Son las cinco de la mañana algo me a desvelado y ya no puedo seguir durmiendo. Voy a la cocina a fumarme un cigarro y beber algo mientras en las noticias el mundo sigue igual, decido ir a mojar señuelos mientras la mi mujer y el niño duermen. Preparado el equipo decido a que sitio ir, quince minutos de coche y llegada al pesquero. Ni las ratas querían salir con el frió que hace, ni rastro de gente a lo que alcanza la vista. Decido ponerme en la punta del espigón, zona algo angosta y casi siempre con rocas cuya terso firme es sinónimo de encontronazo con el suelo. Enciendo un cigarro oteando el titánico y mágico océano que tanto a dado que hablar a lo largo de la historia, ni rastro de movimiento en superficie por lo que decido intentar embaucar a algún calamar. Se hacen mas de las seis, los calamares no aparecen.
Cambio de aparejo, selecciono algún flotante de la caja, tobimaru, rapala, superspook, hart.... superspook este vendrá bien.
Un lance, dos lances, tres lances...veinte lances, nada solo yo, mi cigarro y el preámbulo antes del amanecer. Son las siete y media, el sol ya quiere venir, aburrido de cambiar señuelos y cansado de trabajarlos, las muñecas ya empiezan a acusar el esfuerzo, decido descansar y fumar.
Mientras acabo de aspirar las ultimas bocanadas de humo pienso en poner uno de esos señuelos del decathlon imitacion de sammy que tengo por la caja fruto de la compra impulsiva del principiante. Monto la caña con el paseante y sin esperanzas ni ganas intento pasar el rato hasta el amanecer.
Yo, la roca fría y húmeda debajo de mis pies, el cigarro calentando mis dedos y el paseante haciendo lo que puede en el mar.
De súbito algo rompe la armonía del silencio del pesquero, un sonido como el de un bloque de cemento precipitándose al agua, algo a emergido donde antes estaba el frió paseante, plateado, azul, resplandeció fuera el segundo que lo pude ver ya que estaba a unos quince metros de mi, era la gran pieza que siempre había soñado pescar y la tenia con el señuelo menos apreciado de la caja de aparejos.
Aquella bestia sacaba hilo del pequeño carrete, cerré un poco la salida para cansar lo un poco pero no parecía importarle, el sonido del carrete no remitía. Esto no es una lubina pensé, pude frenar el carrete antes de que en sus carreras cruzara las piedras del espigón. Parecía que se había cansado de nadar, intente bombear lo hacia arriba, nada ni diez centímetros, e enrocado pensé mala suerte, pero aquello que estaba al final del sedal siguio sacando hilo hacia alta mar como si poseidon lo reclamara. Seis minutos después de la picada el animal pensó que mejor dejar ese bocado, el paseante volvió a subir mientras recogía la linea, potera bien, anillas bien, todo bien solo un mordisco en el artificial y yo blasfemando tan fuerte que las puertas del infierno se hicieron eco de ello.
En fin después de eso decido sentarme comer algo y esperar al alba mientraspensaba en lo sucedido para ver mis errores.
Son las ocho y media amanece y yo sentado en las rocas, aparecen los primeros pescadores de boya casuales, un amigo ¿que a salido algo?.......
Este es el señuelo |
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